Se ha descubierto que cuando los fumadores llevan unas horas sin fumar, la amígdala, una región cerebral vinculada a la sensación de miedo y al instinto de supervivencia, experimenta serias anomalías que distorsionan la percepción del riesgo.
En un estudio a cargo de investigadores de las universidades de Bonn y Colonia, así como del Hospital Charité de Berlín, participaron 28 personas jóvenes que llevan fumando bastantes años, y 28 que no fuman. Mientras se les registraba su actividad cerebral, los científicos les mostraron una serie de fotos de caras con expresión neutra, o de felicidad, o de miedo. Los investigadores se concentraron en vigilar la actividad de la amígdala, una estructura cerebral del tamaño y la forma de una almendra, que es crucial en el procesamiento del miedo.
El equipo de los Dres. René Hurlemann y Ozgür Onur constató que la amígdala siempre se activaba cuando a los participantes se les mostraban caras aterrorizadas. Inicialmente, no hubo diferencias visibles entre fumadores y no fumadores, lo que indicaba que el procesamiento de las emociones en el cerebro era similar en ambos grupos. Esto ocurría siempre que a los participantes adictos se les permitiera fumar lo suficiente. Estos sujetos del estudio, con edades inferiores a treinta años, consumían un promedio de 17 cigarrillos al día, y fumaban desde hacía nueve años.
Sin embargo, las cosas cambiaban cuando los fumadores se enfrentaban a un periodo de 12 horas de abstinencia. Después de sólo unas horas de abstinencia, la actividad del centro de procesamiento del miedo era mucho menor, en comparación con su estado anterior. A estas personas ahora les resultaban indiferentes las imágenes de gente asustada. Esto indica que los fumadores necesitan la nicotina para que la amígdala siga funcionando con normalidad.
Esta falta de miedo al dejar de fumar durante unas horas es problemática. Se le impide a la amígdala realizar su función natural. El miedo es un instinto primitivo que nos protege al impedirnos hacer cosas que son peligrosas. En el caso de los fumadores, existe un riesgo adicional, en lo que es una paradoja perversa: Cuando están ansiosos por fumar, es además cuando la amígdala deja de hacer debidamente su trabajo, con lo cual el miedo a las consecuencias de fumar se mitiga considerablemente, reforzando así su voluntad de encender un pitillo más.
Por eso, tal como indica Hurlemann, es dudoso que las impactantes imágenes de tumores y demás estragos en pulmones y en otros órganos de fumadores en anuncios y en los propios paquetes de cigarrillos, una estrategia que forma parte de diversas campañas antitabaco, surta el efecto deseado en los fumadores enganchados al tabaco, ya que el miedo que sentirían en condiciones fisiológicas normales se amortigua como una consecuencia más del síndrome de abstinencia. Esas campañas sí pueden servir al menos para evitar que los no fumadores que están indecisos se abstengan de convertirse en consumidores habituales de tabaco.
El tabaquismo es un importante problema de salud global. Hay nada menos que 1.200 millones de fumadores en el mundo, a quienes hay que agregar a los fumadores pasivos como sujetos en riesgo de padecer también problemas de salud.
http://www.amazings.com/
En un estudio a cargo de investigadores de las universidades de Bonn y Colonia, así como del Hospital Charité de Berlín, participaron 28 personas jóvenes que llevan fumando bastantes años, y 28 que no fuman. Mientras se les registraba su actividad cerebral, los científicos les mostraron una serie de fotos de caras con expresión neutra, o de felicidad, o de miedo. Los investigadores se concentraron en vigilar la actividad de la amígdala, una estructura cerebral del tamaño y la forma de una almendra, que es crucial en el procesamiento del miedo.
El equipo de los Dres. René Hurlemann y Ozgür Onur constató que la amígdala siempre se activaba cuando a los participantes se les mostraban caras aterrorizadas. Inicialmente, no hubo diferencias visibles entre fumadores y no fumadores, lo que indicaba que el procesamiento de las emociones en el cerebro era similar en ambos grupos. Esto ocurría siempre que a los participantes adictos se les permitiera fumar lo suficiente. Estos sujetos del estudio, con edades inferiores a treinta años, consumían un promedio de 17 cigarrillos al día, y fumaban desde hacía nueve años.
Sin embargo, las cosas cambiaban cuando los fumadores se enfrentaban a un periodo de 12 horas de abstinencia. Después de sólo unas horas de abstinencia, la actividad del centro de procesamiento del miedo era mucho menor, en comparación con su estado anterior. A estas personas ahora les resultaban indiferentes las imágenes de gente asustada. Esto indica que los fumadores necesitan la nicotina para que la amígdala siga funcionando con normalidad.
Esta falta de miedo al dejar de fumar durante unas horas es problemática. Se le impide a la amígdala realizar su función natural. El miedo es un instinto primitivo que nos protege al impedirnos hacer cosas que son peligrosas. En el caso de los fumadores, existe un riesgo adicional, en lo que es una paradoja perversa: Cuando están ansiosos por fumar, es además cuando la amígdala deja de hacer debidamente su trabajo, con lo cual el miedo a las consecuencias de fumar se mitiga considerablemente, reforzando así su voluntad de encender un pitillo más.
Por eso, tal como indica Hurlemann, es dudoso que las impactantes imágenes de tumores y demás estragos en pulmones y en otros órganos de fumadores en anuncios y en los propios paquetes de cigarrillos, una estrategia que forma parte de diversas campañas antitabaco, surta el efecto deseado en los fumadores enganchados al tabaco, ya que el miedo que sentirían en condiciones fisiológicas normales se amortigua como una consecuencia más del síndrome de abstinencia. Esas campañas sí pueden servir al menos para evitar que los no fumadores que están indecisos se abstengan de convertirse en consumidores habituales de tabaco.
El tabaquismo es un importante problema de salud global. Hay nada menos que 1.200 millones de fumadores en el mundo, a quienes hay que agregar a los fumadores pasivos como sujetos en riesgo de padecer también problemas de salud.
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