Zeli Ferreira Rossi, un jubilado brasileño de 60 años, duerme todos los viernes desde hace 25 años en un ataúd en recuerdo de un amigo que murió en 1986 y con el que tenía un “pacto de sangre”.
“Mantengo esta costumbre desde entonces. El ataúd es un buen sitio para meditar, rezar y reflexionar sobre la vida. Si un viernes no duermo en el cajón, me entra insomnio”, relató en una conversación telefónica Rossi, habitante de Governador Valadares, en el estado de Minas Gerais.
Este jubilado, que trabajó como técnico electricista, explicó que en su infancia hizo un “pacto de sangre” con un amigo, que él consideraba como un hermano porque se crió en el seno de su familia.
El compromiso era que si uno de los dos moría el otro se encargaría de comprarle el féretro en el que sería enterrado.
En 1983, Rossi fue atropellado por un coche, lo que le obligó a permanecer cuatro meses en el hospital para recuperarse del traumatismo craneal y de la fractura de fémur que sufrió como consecuencia del accidente, pero los rumores que se extendieron por el pueblo le dieron por muerto.
“Mi amigo, que se había mudado a cientos de kilómetros de aquí, pensó que había fallecido, me compró un ataúd y me lo mandó a mi casa. Mi familia casi se muere del susto”, bromeó el jubilado, que por su extravagante costumbre es conocido en la ciudad como “Zé el de la caja”.
Como la funeraria no aceptó la devolución del féretro, Rossi se quedó con él y prometió que si se recuperaba de las graves lesiones sufridas en el accidente, que le obligaron a estar doce meses en una silla de ruedas, comenzaría a dormir en el ataúd como gesto de agradecimiento a Dios.
Cinco años más tarde, el amigo de infancia del jubilado fue asesinado en Governador Valadares con 14 puñaladas al ser confundido con un delincuente de la zona. Rossi cumplió su palabra y le compró a su amigo el ataúd en el que sería enterrado.
“Me enteré de su muerte, le envié una caja nueva y me quedé con la antigua. Duermo en ella los viernes también como homenaje a mi amigo, que lo mataron ese día y que al final falleció antes que yo”, explicó Rossi.
Su esposa, Cleusa Pereira, es la encargada de taparle con una manta, de cerrar el féretro todos los viernes por la noche y de abrirlo el sábado por la mañana.
“Nunca me he despertado de madrugada dentro del ataúd. Tengo el sueño muy pesado”, explicó el jubilado antes de detallar que la urna tiene un pequeño agujero que le permite respirar con normalidad.
Rossi, que tiene problemas para conciliar el sueño los viernes por la noche si no duerme en su féretro, explicó que sus vecinos le visitan con asiduidad y se interesan por su estrambótica costumbre.
“En este ataúd me acuesto los viernes y en él me enterrarán cuando Dios me llame”, concluyó el jubilado.
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